Hilvanando recuerdos.
cap.1 -La Casa de la Vieja.

 Según me contó mi madre, allá por el 42, nos fuimos a vivir en la casa grande luego del fallecimiento de mi padre. La casa del Nono Carlos, el papá de mi mamá, estaba situada en una esquina del pueblo.

 Si la memoria no me falla en San Martín 502. Tenia enfrente  en diagonal  a la Unión Telefónica, a la izquierda el Almacén de Ramos Generales de Chinto y Pañota y por la derecha el chalet  que era la vivienda del Gerente del Molino Harinero. Era una construcción de ladrillos asentados en  barro con una terminación de un revoque fino con incrustaciones de mica o algo parecido, que provocaba destellos de luminosidad. Tenía forma de L con medidas aproximadas a 10 ms. al  frente por una calle y 20 ms. por la otra. Dos habitaciones por el ala derecha y  4 por el ala izquierda, oficiando una de cocina y un baño interno.

 La entrada principal era por el 502 ingresando a una antesala previa a un living de 7m x 5 aproximadamente. 
Este se conectaba con los dos cuartos del ala derecha y con una puerta al dormitorio principal y con otra a un pasillo que llevaba por la izquierda a otro dormitorio y por la izquierda al baño y al comedor y la cocina.
 
 Además una quinta puerta con salida a la galería que daba al patio. Esta galería tenía como la casa forma de L y estaba techada. En su perímetro se había alzado un pequeño tapial de unos 80 cm de alta por 20 cm de ancho con una abertura semejando una puerta permitiendo salir directamente de la cocina al patio.

 La otra entrada estaba situada en la otra calle ingresando por un pasillo directamente a la galería y al patio. La galería tenía además comunicación, por puertas separadas, a la cocina, el comedor y a la pieza trasera del ala derecha.

 Completaba la edificación el garaje con entrada propia al lado de esta segunda con comunicación a la casa mediante una puerta que daba al patio.

 Internamente había dos construcciones separadas del resto: una pequeña con un excusado y la otra más grande que, con una gran pileta, oficiaba de lavadero. 


 Todos los pisos de la casa  eran de madera con tablones largos con excepción del baño y del living. Éste tenía mosaicos  grandes  dispuestos como tablero de ajedrez unos de color negro y otros de color blanco. Sus techos eran de chapas de zinc, con caída que desviaba al agua de lluvias hasta unas canaletas con destino a un desagüe que terminaba en el patio.

 En un extremo justo sobre la cocina estaba un gran tanque australiano para reservorio de agua que provenía de un pozo en la tierra en la segunda napa y que llegaba  gracias al esfuerzo de una bomba accionada por un motor eléctrico ubicada en el patio.

 Cada habitación tenía un balcón y un ventanal con persianas de chapas. 

 Un recuerdo imborrable era ese naranjo imponente cuya altura sobrepasaba el techo de la casa. Daba unas naranjas de ombligo muy dulces y según contaba mi madre que no fue plantado sino sembrado, con un semilla, por mi abuela .


 En el patio de tierra mi mamá cultivaba unas plantas de rosas a las que les prodigaba muchos cuidados. Cada una tenía salvavidas con depósitos de agua para  protegerlas de las hormigas. En el crudo invierno las protegía  de las heladas con nailon  y las mantenía tapadas hasta la aparición del sol.
También tenía algunas plantas de Dalias que cuando florecían iluminaban el patio.

 En  la parte este del patio haciendo las veces de medianera con el terreno lindante, que nos pertenecía, unas rejas de hierro en formas de lanzas asentadas sobre un muro de también 80 cm del suelo. 

 Justo donde terminaba la galería existía una puerta de esas con un marco de acero y alambres en forma de trama protectora. Otra puerta a la altura del lavadero de la misma forma que la anterior nos permitía ingresar al otro terreno donde se alzaba un galpón de chapas-paredes y techo- bastante grande y que servía para resguardo de las gallinas ponedoras que tenían allí sus nidos. A su lado un alero servía para ubicar el gallinero en donde permanecían la mayor p arte del día las gallinas, Tenía un aseladero de unas varas de hierro dispuestos como una tribuna donde se acomodaban jerárquicamente las gallinas, Como dice el refrán los de arriba. . . son los de mayor jerarquía.
 
 Este terreno aledaño a la casa tenía unas cuatro o cinco plantas de mandarinas que nos proveían de una gran cantidad de esa fruta todos los años.

 Infinidad de cosas me pasaron durante mi niñez en esa casa. Tantos como el tiempo que pasó desde entonces y hoy me arrepiento de no haber llevado un diario para documentarlos. Su paso ha sido como un tornado que  ha destruido muchos recuerdos y aunque me esfuerzo por recordar no lo logro.






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