Cuando Galopa El Corazón.

  El suelo a mis pies se fue moviendo, me aferré fuerte al frío hierro y comencé a caminar, empecé despacio y me fue llevando más rápido, más rápido y en crescendo a medida que pasaban los segundos. Poco a poco mis piernas empezaron con dificultad a seguir el ritmo.  

 El piso resbaladizo y por momentos cambiante dificultaban la marcha. A medida que transcurría el tiempo mis piernas comenzaron a sentir más el cansancio, empecé sin proponérmelo a sudar y empapar lentamente mi cuerpo.  


 Mis manos temblorosas apretaban las agarraderas para no permitir caerme y poder seguir esa loca carrera quien sabe adónde.  

 El suelo parecía elevarse por momentos exigiendo máximo esfuerzos a mis pies ya cansados. El corazón bombeaba al máximo intentando salirse de mi cuerpo y mis labios se secaron. 


 Mojada mi cabeza y mi frente, tembloroso, pero tozudo en la acción seguía corriendo ya sin muchas fuerzas. Solo el amor propio me permitía seguir sin renunciar. Exhausto, casi sin fuerzas, escuché como un eco las palabras de "Basta Ya". 


 La máquina se apagó y fui llevado a la camilla donde un extraño me examinaba y tomaba nota lo que esos cables adheridos a mi pecho enviaban a un aparato provisto con un monitor. 


 Casi sin fuerzas en la camilla creía que moriría cuando el corazón me estallara, pero eso no ocurrió y poco a poco fue normalizando su ritmo, por momentos caí en un sopor hasta luego reencontrarme con mis fuerzas. 

 El calor de mi cuerpo contrastaba con el frío de la sala cuando pude ponerme de pie. 


 Saludé a los médicos y técnicos que me tomaron la prueba de esfuerzo y lentamente caminé a la puerta de salida. 

 

Hoy a la tarde

 Buenos Aires, 8 de julio de 2021. 

 Jueves a la tarde, mientras estoy en comunicación con mi nieta Briana por el móvil, trato de escribir algo que haga más llevadera la tarde. 


 El sábado se juega la final de la copa de América 2021 en Brasil. Un resultado favorable para nosotros sería ideal para sacarnos la mufa que nos agobia por diferentes motivos, quizás uno al que todos le echan la culpa para justificar lo injustificable. 


 La pandemia que soportamos desde casi todo el  año pasado y que hasta la fecha se ha cobrado más de noventa y siete mil muertes por un mal manejo de la salud pública, al principio por ignorancia y luego quizás por impericia o negligencia. Talvez cuando todo pase se pueda juzgar los hechos imparcialmente y arribar a un veredicto que los condene o absuelva. el tiempo y Dios dirá. 


 En medio de esta gran tragedia otras cosas se mezclan y potencian los males que nos aquejan. 


 La economía que ya venía de antes en franca caída eclosionó en comercios cerrados, empleados sin empleo, aumento de la pobreza, del delito y mientras tanto la inflación que no cesa y parece realimentarse cada día. Un cóctel mortífero que alteró los ánimos y por ello el comportamiento de toda la sociedad. 


 Salió a relucir lo malo y más bajo de la condición humana como el desprecio al otro, una de sus formas el robo de vacunas, el uso intensivo de la viveza criolla que consiste en “primero yo, siempre yo”, primero en la cola, primero en llegar, primero en obtener algo, siempre por caminos “alternativos” a los normales que fijan las reglas de convivencia. Una especie de sálvese quien pueda (yo). 


 Pero también como buena historia muchos hechos buenos, que por tales talvez no tienen mucha difusión, de solidaridad para aquellos en desgracia. Gente que se alió con otros para ayudar en la emergencia, brindando ayuda a aquellos que la necesitan, abrigo, comida y hasta un abrazo en el momento justo. 

 

 Tenemos de todo, algo bueno y algo malo, depende como lo veamos será el resultado. 


 Si ganamos a Brasil la final y nos consagramos campeones automáticamente cambiará el ánimo de toda la gente y `por un instante, que quisiera que fuera eterno, reinará la alegría que desbordará cualquier barrera de contención y se esparcirá por doquier iluminando la oscura noche argentina. 


 A pesar de todo soy optimista. 

La Verdadera Felicidad

 Buenos Aires, Argentina, 20 de junio de 2021.

 Hoy aquí se yuxtaponen dos fechas: La primera es el Día de La Bandera, Nuestra Bandera, esa que nos cobija a todos por igual, sin distingos de a, e y x, nos iguala, nos hace hermanos. La segunda el Día del Padre que por esas cosas del azar por ser el tercer domingo de junio se embandera este día.

 Doble conmemoración, doble festividad, doble alegría. En este día y en lo que a mí respecta debo decir que siento felicidad. He superado los 80 jóvenes años y sigo empecinado hacia adelante aunque los vientos vengan de frente. Hoy hace exactamente 51 años conocí a la que es por siempre amada esposa, fiel compañera que me apuntaló en todas y aún lo sigue haciendo. Gracias a Dios y nuestros esfuerzos tuvimos un hijo que nos dio las primera gran alegría de nuestras vidas y por su generosidad y bonanza de alma nos la sigue dando siempre. 

 La vida esa que nos pone a prueba de lunes a lunes sin  feriados, nos brindó otra alegría. Nuestro único hijo tuvo la fortuna de encontrar su alma gemela y juntos gestaron tres divinos retoños: dos nenas y un nene que terminaron de colmarme de genuina felicidad.

 Hoy mi corazón reboza de alegría, la felicidad dicen algunos que es un estado de ánimo, en mí la felicidad es algo visceral que en el día de hoy  recorre mi cuerpo y parece elevarlo como para sacarlo del contexto de pandemia que nos agobia e imaginar los miles de abrazos y besos, contenidos por ese distanciamiento físico impuesto, volando hacia ellos y sentir sus caritas contra la mía y el abuelo pavote secándose las lágrimas por los besos de eso tres ángeles que llenan su corazón.

 Inevitable hoy no repetir la palabra felicidad en esta exposición, porque así la siento y disfruto. Pero la realidad que nos rodea pone un freno que hace que no la podamos vivir en todo su esplendor. 

 Hoy es el Día del Padre y habrá muchos que no estarán por diversas circunstancias de la vida. Entre ellas el flagelo de la pandemia se ha cobrado muchas vidas en nuestro país, miles de familias desbastadas por esas muertes injustas y sin sentido. 

 Miles de padres no están en la mesa familiar consecuencia de un virus al que no supimos poner freno y nos entristece a todos. Rogamos por ellos.

 


Escribir un cuento. Tarea casi imposible 2

 

Buenos Aires, 20 de marzo de 2021, 10:31h

 

 Amaneció lluvioso y con elevada humedad, algo fresco, por lo cual no pinta bien el día. Nuevamente tratando de escribir mi primer cuento. Intento recabar datos de mis recuerdos de lo vivido en mi juventud que me pudieran orientar en esta mi primera obra literaria, que dicho sea de paso no creo que podré lograr.

 Soy pesimista debido que desde hace mucho tiempo rondó por mi mente este deseo de escribir algo que no se bien que es ni cual es realmente mi necesidad de expresión. Todo es confusión, como en un remolino de ideas dispares, todo es una nebulosa que gira y gira y no me lleva a ninguna parte. 

 Me es difícil encontrar el “que” es decir sobre lo que voy a escribir, siempre en la duda que me impide empezar, ¿por qué será? ¿Será que soy muy exigente y esa exigencia me ata las manos y las ideas liberadoras no aparecen o se hallan perdidas para siempre? Muchas preguntas sin respuestas todavía. Lo alentador es que, me doy cuenta, estoy escribiendo esto, mostrando mis dudas, mis carencias y sin quererlo estoy comenzando a hallar la solución a mi problema.

 Afuera sigue lloviendo, el gris de la tarde y su penumbra hace que se sienta bien estar en casa a resguardo. Estará todo el día así, si los del pronóstico aciertan esta vez.

 Volviendo al tema, debo encontrar eso precisamente: el tema sobre el cual narraré mi historia, cuento o que se yo lo que saldrá. Ficción, realidad o tal vez una mezcla de ambas cosas, lo más probable. 

 Después el o los personajes con sus características y luego echar a andar el relato, ¿simple, no? Dicen los que saben que lo más difícil es dar el primer paso, que los que siguen vienen solos. Espero que sea así cuando dé el primero. Mientras tanto sigue lloviendo, no para y no se ve nadie por la calle. 

 Una soledad tremenda que amerita un quedarse en casa abrigadito escribiendo en la PC, exponiendo ideas tratando de encontrar la salida hacia la luz que ilumine la penumbra para hallar el camino de salida y la entrada al relato.

 Luego de un alto en la escritura para ir a almorzar unas ricas supremas de pollo con ensalada de tomate y papa y unas ciruelas de postre continúo con mis divagaciones mientras afuera está amainando la lluvia y la claridad se ve desde la ventana. 

 Estaba en el primer paso: definir que escribir, me decido por intentar un cuento con algo de gracioso, algo profundo, algo para recordar y talvez una moraleja que deje una enseñanza. Parece algo muy pretencioso pero es mejor apuntar alto para luego en caso de no poder hacerlo bajar las pretensiones y lograr algo digno. 

 Algo gracioso que me pasó en la vida, algo gracioso que vi o simplemente algo que se me ocurra ahora es lo que tengo que trabajar. 

 Sólo es cuestión de pensar, analizar y encontrarlo para poder describirlo de la mejor manera. Tiempo al tiempo; piano piano si va lontano; no desesperar si no se me ocurre la brillante idea, seguir en el intento.

 Por hoy es suficiente, la seguiré mañana. Mañana es cualquier día, a cualquier hora y en cualquier lugar.

 

 

 

Escribir un cuento. Tarea casi imposible

 

Buenos Aires, 18 de marzo de 2021. 11.03 h

 

 Amaneció muy fresco, casi frío diría, preanunciando el otoño. Los árboles cada vez más de prisa van quedándose sin hojas mostrando su desnudez y aumentando la sensación de frío.

 Me propongo escribir un cuento y no sé por donde empezar. Ni idea del tema, no me imagino algún personaje, estoy desorientado.

 Recurro a mi memoria y por más que me esfuerzo no encuentro nada que me aliente, me de esperanzas y las fuerzas para escribirlo.

 ¿Siempre fue así? Recuerdo que de niño era un devorador de historias, historietas de las hoy llamadas cartoons, solía imaginarme que era el protagonista de esas fantásticas aventuras y en mi mente, cual escenario teatral, se desarrollaba la acción de la cual no me atrevía a plasmarla en papel. 

 Único hijo, casi siempre me encontraba jugando solo y la gran ayuda era mi imaginación. A veces era un pistolero intrépido y aventurero, otras veces era un malvado pirata que asolaba los mares y escondía tesoros en la más recóndita isla. 

 La soledad es una fiel compañera que disimula nuestras penas y nos acompaña hasta que la vida nos ponga en contacto con alguien o algunos pares que se conviertan en amigos o cómplices de juegos. 

 La escuela es un ámbito ideal para relacionarse con otros semejantes he ir tejiendo vínculos amistosos, varios de los cuales pueden perdurar en el tiempo, mucho después de la finalización del ciclo lectivo.

 El barrio también puede ayudar a entablar relaciones de amistad y compañerismo.

 La escuela y el barrio ayudaron a salir de mi aislamiento encontrando chicos que, como yo, que también tenían las mismas necesidades de compartir sus momentos. Momentos que eran diferentes a medida que íbamos creciendo, los mano a mano de jugar a las bolitas a los de conjuntos o equipos en el potrero jugando al fútbol. 

 Añoro esos días de hoyo y quema, al triángulo, al gallo, con esas bolitas y bolones, algunos de acero, con los que competíamos. Jugar a la pelota con una de trapo (una media rellena con cualquier tela que encontrábamos), después una de goma maciza y al fin una de cuero. La primera era una número cinco con cámara y tiento, un grueso cordón del mismo cuero de la pelota que servía para cerrar la abertura por donde se introducía dicha cámara y por donde también se inflaba. 

 Cabecear un balón de esos era una muestra de coraje o taradez por el dolor y la marcas que producía ese reborde de cuero. Mucho después ya más crecidos tuvimos la oportunidad de comprar en innumerables cuotas mensuales una Superball (invento argentino) con costura sin tiento.

 Tiempo más tarde promediando la adolescencia apareció el basquet y lo practiqué en el club de mis amores logrando campeonatos en la categoría cadetes, mayores y menores, para recalar en la segunda división e incursionar en amistosos de la primera.


 Por hoy es suficiente, la seguiré mañana. Mañana es cualquier día, a cualquier hora y en cualquier lugar.

 

 

 

La Verdadera Felicidad

 Buenos Aires, Argentina, 20 de junio de 2021.  Hoy aquí se yuxtaponen dos fechas: La primera es el Día de La Bandera, Nuestra Bandera, esa ...