Hoy a la tarde

 Buenos Aires, 8 de julio de 2021. 

 Jueves a la tarde, mientras estoy en comunicación con mi nieta Briana por el móvil, trato de escribir algo que haga más llevadera la tarde. 


 El sábado se juega la final de la copa de América 2021 en Brasil. Un resultado favorable para nosotros sería ideal para sacarnos la mufa que nos agobia por diferentes motivos, quizás uno al que todos le echan la culpa para justificar lo injustificable. 


 La pandemia que soportamos desde casi todo el  año pasado y que hasta la fecha se ha cobrado más de noventa y siete mil muertes por un mal manejo de la salud pública, al principio por ignorancia y luego quizás por impericia o negligencia. Talvez cuando todo pase se pueda juzgar los hechos imparcialmente y arribar a un veredicto que los condene o absuelva. el tiempo y Dios dirá. 


 En medio de esta gran tragedia otras cosas se mezclan y potencian los males que nos aquejan. 


 La economía que ya venía de antes en franca caída eclosionó en comercios cerrados, empleados sin empleo, aumento de la pobreza, del delito y mientras tanto la inflación que no cesa y parece realimentarse cada día. Un cóctel mortífero que alteró los ánimos y por ello el comportamiento de toda la sociedad. 


 Salió a relucir lo malo y más bajo de la condición humana como el desprecio al otro, una de sus formas el robo de vacunas, el uso intensivo de la viveza criolla que consiste en “primero yo, siempre yo”, primero en la cola, primero en llegar, primero en obtener algo, siempre por caminos “alternativos” a los normales que fijan las reglas de convivencia. Una especie de sálvese quien pueda (yo). 


 Pero también como buena historia muchos hechos buenos, que por tales talvez no tienen mucha difusión, de solidaridad para aquellos en desgracia. Gente que se alió con otros para ayudar en la emergencia, brindando ayuda a aquellos que la necesitan, abrigo, comida y hasta un abrazo en el momento justo. 

 

 Tenemos de todo, algo bueno y algo malo, depende como lo veamos será el resultado. 


 Si ganamos a Brasil la final y nos consagramos campeones automáticamente cambiará el ánimo de toda la gente y `por un instante, que quisiera que fuera eterno, reinará la alegría que desbordará cualquier barrera de contención y se esparcirá por doquier iluminando la oscura noche argentina. 


 A pesar de todo soy optimista. 

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