TOME ASIENTO SEÑOR.

Era el mediodía del sábado y yo esperaba en la estación del subterráneo.
No había mucha gente en el andén.
Al minuto llega el tren y subo cómodamente.
El vagón venía con bastante pasajeros, muchos de ellos parados.
Me ubiqué casi en la mitad, cerca de una ventana abierta.
De pronto una joven se levanta y me dice:
-Tome asiento señor.
Esta actitud, me sorprendió y de hecho me paralizó.
Sólo atiné a decir los siguiente:
-¿Desciende, usted?
Hice un intento de rechazar la oferta, pero ella insistió y me senté.

Para que se entienda los que pasó debo aclarar lo siguiente:

I-La persona que generosamente se levantó no era una nena sino una mujer.
De una niña se puede aceptar porque desde su óptica todos son personas mayores y ofrecer el asiento es de buena educación.

II-He viajado muchísimo en subte y en contadas veces he visto a alguien ceder el asiento.
En esos casos fueron a damas embarazadas ó muy ancianas.
Era común ver a los pasajeros -jóvenes en su mayoría- haciéndose los dormidos para no involucrarse.

Me sorprendió que me dieran el asiento, pero lo que me paralizó fue: ¿porqué a mí?
A pesar mis años, me siento bien, ágil, no estoy encorvado, mi andar es rápido y seguro.
Mi vestimenta era común: jeans, remera afuera del pantalón y zapatillas tipo tenis.
La persona era una mujer adulta, por lo que colijo que ella vio en mí a un "anciano" y tuvo piedad.

Extraños pensamientos ocuparon mi mente hasta llegar a casa.
Lo primero que hice fue mirarme al espejo.
Traté de hacerlo con objetividad, mirándome como si no fuera yo.
Descubrí a un señor canoso, de rostro surcado por arrugas y una flácida papada colgando desde su barbilla.
Me cuenta asumir que estoy frente a una persona muy mayor.
¿No estaré en el cuerpo equivocado?

Hasta ese momento no había reparado en mis facciones.
Quizás por verme todos los días no reparé lo que el paso del tiempo me dejó.
O tal vez nunca me fijé ni le dí importancia a mi apariencia.
Porque de éso se trata, de apariencia.
De lo que se ve y no de lo que se es.
Por apariencia yo tengo 20 años más de mi edad cronológica.
Por lo que siento que soy tengo 20 años menos.
¿Cuál es la edad verdadera?
¿La cronológica, la aparente ó la que yo siento que tengo?
Quisiera que alguien me lo explique.
No quiero, ni debo, caer en la tentación de creer que la que vale es la aparente.
De lo contrario debería hacer lo que siempre he mirado con desdén.
Tendría que hacerme un lifting, teñir mi pelo y trabajar mi cuerpo para que sea mas armonioso.
No va conmigo esta transformación.

Pasaron los días, de este tema me olvidé y continué con mi vida tratando de gozar de ella.
Suena el teléfono y atiendo:
-Hola , te puedo pedir algo?
-Lo que quieras, estoy a tu disposición.
-Necesito que vayas a retirar mi título y las entradas para el acto de graduación. ¿Podes?
-Si, no te preocupes.
Era mi hijo.
El título a que se refería era el de Analista de Sistemas, que había logrado con mucho estudio y esfuerzo.
Nunca trabajar y estudiar fue fácil.
Por eso me siento doblemente orgulloso de él.

A las 17 hs. empezaban a entregar las entradas y a esa hora estaba allí.
Al llegar encontré a una joven esperando sentada frente a la oficina .
Me senté a su lado como haciendo una fila para mantener el turno.
En un momento dado me comentó que las entradas eran para ella y que se había graduado a principios de año.
Seguidamente me miró tiernamente y me dijo:
-¿Usted viene por las de su nieto?
Por las de mi hijo, le contesté.
Que simpática, pensé.
Otra vez sopa. No tuve más que sonreír.
Luego nos llevaron a una mesa en el salón de entrada donde nos atendió una empleada.
Estaba sentada detrás de una mesa y había otra butaca libre a su lado.
Nosotros esperamos de pie a ser atendidos.
Me tocó el turno, la empleada me sonrió y me pidió que me sentara a su lado.
Se repite la historia y yo soportando.
Después de recibir la entradas me dirijo al sector de secretaría donde retiro el preciado título.
Al salir del edificio ya me había olvidado de lo ocurrido.

Una vez en la calle camino hasta la parada del colectivo que me llevará de regreso y espero su arribo.
Por suerte no tengo que esperar mucho, soy el segundo en ascender y me toca ir parado.
Me acomodo en el lugar asignado para las sillas de los discapacitados.
Junto a mí esta una chica con un cochecito de bebe.
Voy distraido mirando por la ventanilla cuando de pronto siento que la chica me llama.
La miro y veo que me señala el asiento del frente que se acaba de desocupar.
-Gracias, querida.
Y me corro para sentarme en el primer asiento.
Esa fue la frutillita de la torta.


EPILOGO

Lo que me acababa de suceder no era casualidad, las tres me habían golpeado en lo más íntimo de mi ser y yo estaba tranquilo y hasta diría que contento.
Contento porque entendía que no me afectaba como en un principio.
Quizás lo estaba superando sin negar lo evidente.
Yo soy como soy, pero para el mundo soy otro, al que hay que proteger.
Me gustó eso, me tienen que proteger.
Toda esta circunstancia también puso en evidencia la sensibilidad de las mujeres.
Sobre todo las que interactuaron conmigo en esta oportunidad.
Y otro dato extra: es posible que tenga asignado cualquier asiento ocupado por una mujer.
No me puedo quejar.

1 comentario:

  1. jajajaja...Otoño, perdóname, me da risa, mi hijo el otro día hablaba de una persona como que ya era muy mayor, entonces le he dicho...pero si tiene mi edad!!! y él dijo, no puede ser, parece más grande...jajajaja. Es porque me conoce, conoce mi carácter y los proyectos que hago...vos tenés la edad que sentís, sacás fotos, tenés un blog bonito...te lo digo yo, hay muchos jóvenes con más edad que nosotros. Gracias por venir a mi blog, me gustaría que también opines. Besitos

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