HABLEMOS DE EXPERIENCIA




La experiencia. ¿Qué es  la experiencia?


Bueno , la experiencia es la acumulación de datos de  cosas vidas, o conocidas durante nuestra existencia.
No es tan importante su definición sino saber qué hacer con ella.
Siempre debemos hurgar en nuestros recuerdos  para ver si tenemos antecedentes de cosas iguales o parecidas de las que tenemos que enfrentar ahora.

A veces las encontramos y otras veces no.  
Cuando la encontramos tenemos una herramienta para resolver el problema.
Es decir, sea cual fuese el resultado de nuestra experiencia  sabremos como actuar ante una situación similar.
Si lo que hicimos anteriormente no dio el resultado esperado entonces en esta vez debería  ser cambiado.
La acumulación de esos sucesos están ahí para ser utilizados y su utilidad depende del uso que le demos.
Esto trae a cuento una anécdota o historia, no se como llamarla , que ocurrió hace mucho y allá lejos.


Quizás por haber sido criado únicamente por mi madre con todo el amor que cualquier ser humano pudiera aspirar y soñar,  nunca fui un pibe peleador, más bien pacifista y por tal hecho los otros chicos a veces me molestaban .
 Con nosotros vivía  un primo que  era comisionista y viajaba regularmente a la ciudad. Un día me trajo unos guantes de boxeo e improvisó una bolsa para entrenar en la galería.


Dejó abierta la puerta de calle que daba a esa galería, llamó a los pibes vecinos y mientras yo golpeaba la bolsa con mis guantes nuevos, ello miraban desde la vereda. 
Mientras tanto mi primo les contaba que había empezado a practicar boxeo y que realmente era muy bueno. 
Desde aquel instante nunca me volvieron a molestar.
También mi primo era un pacifista y sabía que mas vale maña que fuerza.


Pasó el tiempo, fueron muchos años y a pesar de ello no había cambiado mi carácter y seguía siendo el  mismo que evitaba pelearse por cualquier cosa.
Yo tenia un grupo de amigos que salíamos siempre juntos y era los tiempos de los "asaltos" y la casa de reunión era la de mi vieja.
El grupo estaba integrado por seis o siete muchachos y otras tantas chicas que íbamos a los bailes juntos, nos encontrábamos en casa para oír  y bailar al compás de la música emitida por el  célebre Winco.
Entre las chicas había una recién llegada de la Capital , a la que llamábamos la Porteña. Era normal que en el pueblo  casi todos tuviéramos apodos.


El hecho de que nos reuniéramos en mi casa  me hacía un referente de la barra y para los demás presuntamente yo era el "jefe".
Éramos muy cuidas con nuestras chicas y las protegíamos saliendo juntos a bailes , reuniones , o simplemente a pasear por el pueblo. 


Unos de esos días vino un muchacho que no era de la barra y con aire misterioso o asustado me habló:
-Mirá,  el flaco rubio ese del pueblo vecino que anda con la Porteña se la pasa diciendo que cuando te encuentre te va a reventar a trompadas.
Palabras más , palabras, menos  eso fue lo que me dijo.
Yo , inmutable, le sonreí y le dije cualquier cosa como no dándole importancia  a sus dichos.
El pibe se fue y seguimos con los muchachos como si nada.


Días más tarde, tal vez una semana, iba de regreso a casa cruzando las vías del ferrocarril cuando vi que venía  el hermanito de la Porteña.
En ese instante se me prendió la lamparita!, recordé a mi primo y la anécdota de los guantes de boxeo.
Ni lerdo ni perezoso, esperé que llegara hasta mi y lo saludé para entablar conversación.
Fuimos caminando juntos y en un momento le digo:
- Estoy que no aguanto más vivir  en este pueblo, como extraño Paraná .
-Paraná? Sos de ahí?
-No, pero pase muchos años viviendo en esa ciudad y es donde practicaba boxeo.
Tuve muchas peleas como aficionado y cuando estaba por competir por el título y después hacerme profesional, mi vieja me trajo de nuevo a este pueblo para que dejara de boxear.
Claro, sabes como son las madres, tienen miedo que al nene lo fajen feo en un ring.
Pero no aguanto mas y cualquier día vuelvo para pelear y ganar el título. Sigo estando en forma, me entreno diariamente.


El pibito me escuchó atentamente, sin perder palabra, no dijo nada al respecto, pero lo asimiló. Después nos despedimos y me olvidé del tema.
Hasta que un día domingo mientras estábamos caminando por el bulevar, se apareció  el flaco pretendiente  de la Porteña. Lo vi venir, me separo del grupo y voy a su encuentro.
Empezó diciendo:
-Quería hablar con vos,  para decirte que como somos de pueblos vecinos y a veces ustedes van al mío deberíamos llevarnos bien . .
No lo dejé terminar y rápidamente le digo:
-Como era eso de que vos me ibas a coser a trompadas a mí? Mientras lo miro desafiante a la cara.
Lo vi desinflándose , achicándose como nunca me hubiera imaginado.
Se fue disculpando diciendo que nunca había dicho eso. etc , etc. Terminó yéndose en forma apresurada como vino.


Siempre estuve seguro que el hermanito de la novia le iría con el cuento y no me equivoqué.
Esa vez hice buen uso de mi experiencia, si la primera vez funcionó la segunda no me podía fallar.

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