Una vieja foto del que fuera unos de los últimos partidos(sino el último)que jugué al básquet.
Fue en la 2da. división de Alba ante nada menos que el Welcome de Montevideo.
Eso fue hace mucho, no recuerdo la fecha exacta, a fines de la década del 50 ya que faltaba poco
para que el club cumpliera los primeros 50 años de vida.
Se jugó en la cancha vieja, la descubierta -el gimnasio se inauguró poco mas tarde para festejar el cincuenta aniversario del club-.
Arriba parado a la izquierda el Zurdo, yo, más allá el Guri ( brazos cruzados), abajo de rodillas a la izquierda el Negro Bala, Ordazo(8) y a la punta derecha Bolón. Todos los juveniles que salimos campeones en cadetes menores y cadetes mayores. Con nosotros los "veteranos" Valdez, Rulito Castellanos , "Coqui" Acosta, y abajo (el de la pelota) Pancho Gorria..
Todos posando con los integrantes del equipo visitante.
Esta foto me trae recuerdos del partido de primera división que se disputó mas tarde y los hechos que le sucedieron y culminaron en una anécdota genial.
En Welcome la figura, la estrella, era Oscar Moglia y como no podía ser de otra manera nos brindó un espectáculo inolvidable.
Moglia brilló esa noche, convirtió 43 tantos (tener en cuenta que en esa época no existían los triples) y brindó muchísimas asistencias a sus compañeros con lo que nos ganaron ampliamente.
Recuerdo que Ricardo Caballero- encargado de marcarlo- al terminar el partido dijo:- Hice lo que pude.- Sincero y resignado.
No tengo memoria cual fue el resultado final, pero eso no importa, solo el haber disfrutado de aquel inolvidable partido.
El club agasajó a los visitantes con el tradicional asado argentino en el salón de la institución.
La parrillada era completa: Asado de tira, vacío, mollejas, chorizos, morcillas, matambre y no sé que cosa mas. Carne tierna y abundante.
En esa época el frigorífico pertenecía al presidente del club y brindaba la mejor carne y en cantidad exagerada.
Los muchachos del Welcome no podían dejar de comer. En esa época la carne escaseaba en Uruguay y si se conseguía no era a precio accesible.
A los postres y para amenizar la velada el Negro Luna -el ídolo local que además de jugar al básquet cantaba boleros acompañándose con el tamborileo de sus dedos.- se presentó con un chambergo y dirigiéndose a la audiencia dijo algo más o menos así:
- En honor de los distinguidos visitantes, hoy voy a recitar los versos del himno de los tangos argentinos: La Cumparsita.
Cuando se aprestaba a comenzar uno de los jugadores uruguayos gritó:
-El tango La Cumparsita es uruguayo.
Al oír esto el negro acomodándose el chambergo y caminando como lo haría un compadrito de 1900 se dirigió hacia la mesa del muchacho.
Cuando estuvo frente a él, estiró la mano derecha y accionó el resorte de una sevillana - hasta ese momento oculta- y la hoja se detuvo a milímetros de la garganta del joven.
Éste quedó lívido, su rostro se transformó al instante en una expresión de horror.
El negro mirándolo fijamente a los ojos preguntó:
-¿De quién es La Cumparsita?
-Argentino, argentino!- alcanzó a decir el pobre muchacho.
Miré a los visitantes y vi a Moglia desternillándose en su silla.
La risa fue general. Creo que el muchacho mojó los pantalones.
El negro dio media vuelta y se dirigió al improvisado escenario y recitó los versos del "Himno de los tangos argentinos".
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